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10.12.06

Mi Pueblo

No se si te he hablado alguna vez de mi pueblo, el pueblo donde nací y, al que con un poco de suerte, espero regresar en poco tiempo, después de más de veinticinco años fuera y muy pocos regresos en estos años y no por falta de ganas sino por el dolor de cada una de las partidas en las que, te aseguro, moría un poco de mi ser.

Ese pueblo es El puerto de Santa María, provincia de Cádiz, al sur de Andalucía. Un pueblo que seguro ya es ciudad y entonces “Cabeza de Partido”, según rezaba una leyenda al más puro estilo de la época justo a la entrada del municipio, frente a la estación del ferrocarril. Un pueblo que como casi todos los de la provincia, debía su sustento a las bodegas, que seguro aún guardan la solera de tanto buen caldo, gracias al celo y saber hacer de sus bodegueros y el mar, dando cobijo en su puerto a muchos de los barcos pesqueros de la provincia por la categoría de su lonja y la calidad de sus trabajadores.

Dicen que Rafael Alberti cuando decidió marcharse de este también su pueblo, en la estación y poco antes de partir hacia el exilio, dijo algo así como “Puerto de Santa María, tanto como te quiero, tanto como te quería”. Aunque no me gusta demasiado este escribiente y garabateador en sus últimos años, tengo que reconocer que al menos dejó una frase que contiene mucho de lo yo mismo siento por mi pueblo, por mi Puerto que espero en poco me acoja de nuevo entre las mismas calles que aprendí a callejear de niño, de paseo y de paso en mas de un camino desde el Parque hasta la Playa de La Puntilla. Cuantos recuerdas se esconden en cada una de esas mismas calles con olores del medio día a cocina casera y gritos de juegos en sus patios. Tantos momentos que estoy deseando rescatar de mi memoria mientras camine de nuevo cada una de sus calles.

No se que pueda quedar de aquel Puerto que yo conocí y viví, pero si se que seguro seguirá donde siempre, a la rivera del Guadalete, en frente de “La Tacita de Plata” y disfrutando de cada uno de sus días ya sea bañado por el sol, barrido por el viento de levante, refrescado por la lluvia o embriagando el aire con el aroma a azahar en las noches de primavera. Que ganas tengo de sentarme en cualquier terraza, disfrutar de una cerveza bien fría y saborear tu “pescaito frito”, tus mariscos o las tapas de la tasca de turno y, si todavía existe, hasta montarme en el Tío Vivo del Parque o darme un paseo por la bahía en el vapor de Pepe.

En todo caso ya te contaré cuando llegue y mientras, solo te contaré recuerdos.

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