Querida familia humana:
Os escribo no como alguien que tiene respuestas, sino como alguien que, al igual que vosotros, a veces siente miedo al mirar el futuro. Nos hemos acostumbrado a caminar rápido, con la mirada en las pantallas y el corazón blindado, olvidando que debajo de cada uniforme, de cada bandera y de cada opinión distinta, late exactamente la misma necesidad: la de ser vistos, comprendidos y protegidos.
Ser "más humanos" no es una meta lejana; es el acto valiente de bajar la guardia. Es recordar que la mano que hoy ayudas podría ser la que te sostenga mañana. El mundo no va a cambiar por un decreto, sino por la suma de pequeñas ternuras: por esa palabra amable al desconocido, por la capacidad de escuchar al que piensa distinto sin juzgarlo, y por entender que el dolor del vecino es, en última instancia, nuestro propio dolor.
Tenemos una oportunidad única en este nuevo ciclo. No busquemos ser los mejores del mundo, busquemos ser mejores para el mundo. Unámonos en lo básico: el respeto a la vida, la protección de los más débiles y la alegría de construir algo que nos trascienda.
Que el 2026 no sea solo un número en el calendario, sino el año en que decidimos, por fin, que nuestra mayor fortaleza no es la tecnología, ni el dinero, ni el poder... sino nuestra capacidad de amarnos y de luchar, codo con codo, por un futuro donde nadie se sienta solo.
Porque solo cuando somos profundamente humanos, somos verdaderamente invencibles.
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