Cuando una tras otra, día tras día casi hora tras hora, no dejas de recibir una y otra torta de la realidad. Cuando de una y otra forma, de cualquiera de las formas imaginables no dejas de recibir zancadillas. Cuando llega un momento en que el único recurso que te queda es cabrearte hasta casi la locura y tu única salida es poder gritar maldiciendo al mismo cielo o bendiciendo al mismísimo infierno –por llevarle la contraria-. Cuando lo único que se te ocurre es guarecerte bajo tus sábanas o esconderte en un rincón, pensando que quizás te estas volviendo loco, quizás sea este el momento de reconocer que realmente algo está pasando.
Algo que se escapa a mi entendimiento, que ni siquiera son capaces de vislumbrar los adivinos, el tarot ni arte adivinatorio alguno o el estudioso mas serio –en caso de existir eso- del zodiaco, entonces es hora de plantearte las malas artes, la magia negra, el mal de ojo o la mas normal de las malas suertes. Pero aún admitiendo estos desafíos a la lógica elemental, no puedo por menos que rendirme y plegar mis ilusiones, mis ganas de seguir adelante si dar un paso atrás dejando caer, rodilla entierra, mis armas y rendirme. Y así lo hago asumiendo mi derrota no sin la rabia por no entender el porqué de tanto despropósito.
Por fin levantaba cabeza, respiraba libre de tantas ataduras de tantos pasados y ese mismo pasado vuelve a recordarme que somos lacayos de su antojo, marionetas del tiempo, del mismo tiempo que dejamos pasar sin dar importancia a su paso. Así pues, me rindo, acepto mi papel en su juego y me rindo a su capricho. Lo que tenga que ser será.
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