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23.1.07

Tristeza

Quizás pena? No, creo que simplemente tristeza es el sentimiento que ahora mismo me embarga. Tristeza después de tantos años sintiendo esta tierra como la mía, tras conocer a tantas y tangas gentes en tantos y tantos rincones y municipios, después de tantas y tantas experiencias y vivencias, después de casi media vida en este cacho de tierra en medio de ninguna parte y tan injustamente tratado en tantos y tantos casos por tantas cosas y tantas gentes. Tristeza, definitivamente es tristeza, ahora a menos de dos meses de mi partida después de tantos años del día de mi llegada.

Llegué aquí con la única intención y deseo de conocer a mi padre. Entiéndaseme bien y no dejes volar tu imaginación, me explico. Desde que recuerdo, la figura de mi padre, (hombre de la mar y durante muchos años bregando en ella para sacar adelante a su familia, en tierra, segura y tranquila), no era más que el aroma a “Barón Dandy” mezclado con el olor a gas-oil y el roce de su barba de un día cuando llegaba sigiloso a casa después de varias semanas o meses a casa y se acercaba a darme un beso. Vamos que no pude disfrutar de esa figura paterna y aquel hombre me tenía francamente intrigado. Recordaba su voz grave, su acento alicantino, sus gestos rudos y tan tiernos a la par, sus formas precisas, su tacto con todos, su educación y saber estar y, sobre todo, las miradas que dirigía a mi madre, su esposa y amiga, a veces estrechándola entre sus brazos o simplemente mientras se cogían las manos sobre a mesa con la complicidad de su compañera.

Pues todo eso y mucho más me llevo a decidirme y debo decir que nunca me impusieron el traslado desde mi pueblo, desde mi tierra a esta otra. Muy al contrario, tanto mi padre como mi madre me dejaron muy clareo que entendían lo duro de ese traslado a mi edad, con amigos, amigas y tantos lazos que debería romper, así que dejaron a mi criterio la decisión. Nunca me he arrepentido de mi decisión y, ahora, después de todos estos ya redichos años, sigo sin arrepentirme de aquella decisión ni de los años pasados junto a mi padre, madre y dos de mis hermanos. Al contrario, desde mi llegada a casa comencé a disfrutar de ellos, llegando incluso a hablar con mi padre en alicantino (que según él siempre ha mantenido, es alicantino y no valenciano) y con mi madre en el mas puro estilo de ella misma, llegando a conocerles y respetarles mucho mas de lo que nunca pude suponer, además de llegar a amarles tanto como cualquier hijo e hija pueda llegar a amar a sus progenitores. Esto último a pesar de la lógica, para mi es especialmente reseñable.

Joder, como ha pasado el tiempo sin que el puto reloj me haya avisado de nada. Ahora lo se, es tristeza...

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