Pasito a paso, gozando de cada metro, mirando cada esquina, cada recoveco entre patios, balcones, enrejados y portones que tanto encierran tras ellos, ocultando quizás tanta historia, tanta leyenda y tanta vida vivida por tantos moradores. Quién sabe y cuanto me gustaría conocer aunque fuera solo una parte y, ante tanto caso detrás de tantas cosas, al final no me queda más que parte de los recuerdos y la imaginación para llenar los huecos vacíos.
De niño y de camino hasta el colegio desde casa, siempre pasaba por delante de una de las muchas casonas regadas por tantas calles, acelerando el paso a su altura, por si acaso, investida de tantas historias y leyendas como gentes las narrasen. Sus enormes y maltrechos muros, a pesar de los ventanales enrejados, cerrados a cal y canto, coronados por tanta tristeza hasta la última piedra de su torre o su portón, mas propio de un castillo, parecía cerrar al exterior, entre sus muros, toda la verdad de cuanto de allí se contaba, ya la muerte en extraña circunstancias de sus primeros moradores, ya la aparición de un pequeño cadáver emparedado, las muchas voces y gritos que rompían el silencio de la noche o las luces que recorrían sus entrañas desabitadas.
Aún hoy existen algunas de aquellas casonas a pesar de la dejadez de sus propietarios y la negligencia de las autoridades locales, y, a pesar del paso de los años –los suyos y los tantos mas míos- ante alguna de estas me asaltan aquellos cuentos para niños, o no, aguantando el paso mas por aquello del que dirán que por falta de ganas. Después de todo, nunca se sabe y dicen que correr, de vez en cuando, no es mal ejercicio... O no?
Ya te contaré algunas de aquellas historias, leyendas y cuentos de tardes de invierno.
1 comentario:
No sé por qué pero parce que hay de esas casas por todo el orbe y, sin embargo, hay un no sé qué de las casonas europeas (especialmente las españolas e italianas) que despiertan un encanto extra... Como si las ninfas del antiguo imperio las habitasen todavía...
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