Regresé a “casa” con la ilusión de quién regresa a su “hogar”, a su tierra, al pueblo donde nací y donde pasé mis primeros 17 años, consciente de los cambios –aunque no tantos- que estas tierras habrían, nunca mejor dicho, “sufrido” durante mi ausencia y con la seguridad de ser capaz de adaptarme. Era mucho lo bueno que me esperaba, entre el reencuentro con mis padres, con mi “media naranja” y cargado de proyectos, mucha experiencia y muchas experiencias, madurez –vale, soy hombre, pero los años ayudan- pero sobre todo rebosante de ilusiones. Así llegamos D. Pipo, mi compañero, y un servidor con “la frogoneta” cargada de años pasados y la nunca agradecida compañía de María José, entre paquetes, cajas, bultos, risas, sueños, muchas ganas y más ganas aún de comenzar de nuevo, juntos a pesar de la nueva distancia, poca distancia, que nos mantendría alejados físicamente.
A estas alturas, seis meses después de “aquel crucero” de regreso a casa, han pasado muchas cosas y muchos casos que comienzan a hacerme pensar de nuevo en emigrar, quizás para probar suerte en otras tierras o simplemente para alejarme de estos primeros meses en tierra firme. La enfermedad de mi Padre, postrado en el sillón parece esperar solo el momento de partir, abandonando todo esfuerzo por seguir adelante. Mi Madre, mi Madre se marchó hace tanto tiempo como el tiempo pasado desde que comenzó su camino hacia ninguna parte, dejada en las garras del alzheimer, perdida su mirada en ninguna parte, perdiéndome en sus ojos mientras ahogo mis gritos de rabia, mis lágrimas de pena. La repentina decisión de María, el cambio en su decisión y quedarse en Las Palmas de Gran Canaria, doliéndome su ausencia. La enfermedad de D. Pipo, después de perder la vista de un ojo, sufriendo en silencio desde su mundo mientras yo lo sufro desde este otro mundo más perro que el suyo, entre veterinarios incompetentes y otros más preocupados de la cuenta que del bienestar de mi compañero. Todo tiene un precio y este “carnicero pesetero” de El Puerto de Santa María, tiene varios precios para cada cosa.
Si a estos casos sumas mi situación aún en el desempleo, como otros tantos “parados”, digamos que el cóctel está a punto de hacer rebosar el vaso a pesar de cuanto ánimo me hice, plazos me concedí y esfuerzos siga haciendo por ver estas “anécdotas” desde distintos cristales de colores distintos, sin ser capaz de simplemente cerrar los ojos y dejarme llevar por la brisa del mar cercano, el aroma de la “dama de noche” o el jazmín, sin dejar de repetirme, cada vez con menos fuerza, que por lo menos estoy en casa, en mi hogar por muy amargo hogar que ahora me toque tragar... Como firmo los mensajes a compañeros de ultramar, “Dsd las Tierras del Sur...”
Menos mal que al menos tengo este “paritorio” mío donde volcar de tarde en tarde mis frustraciones, penas y otras tantas paridas!!
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