Buscaba entre las bolsas de basura, agazapado entre los contenedores, ocultándose al saberse observado o al oír pasos cercanos. No hacía mal a nadie y a la vez nos recordaba a todos cuantos le sabíamos allí lo artificial de nuestras fiestas de paz y amor fraternal, nuestros superficiales deseos con fecha de caducidad, la gran parodia empapada en alcohol al ritmo de viejas cantinelas, que dicho sea de paso, casi nadie recordaba y cada uno cantaba a su son.
En solo unos segundos, aquella mirada de vergüenza mientras se ocultaba en las sombras, arranco el disfraz de felicidad, como un fogonazo de realidad, cruda y mísera realidad, deshaciendo el escenario, apagando las cantinelas de luces intermitentes, ahogando risas forzadas, enfriando abrazos y deseos. El cruce de nuestras miradas, en un instante, me devolvió a todo cuanto ocultaba aquella opereta nuestra.
Aún ahora, horas más tarde, no puedo olvidar su expresión de vergüenza, ocultándose entre basuras y mi propia vergüenza por no hacer nada.
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