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11.2.12

Lo que nunca te dije, María

Llegó a mi vida una mañana temprana, clara, luminosa y bañada por tantos de miedos como esperanzas. Solo lamento no haberle dado la bienvenida cara a cara, viéndola llegar desde aquel que era su cobijo hasta entonces, a pesar de ya su gesto enfadado, arrugado de donde destacaban, según me contó una amable enfermera, sus dos grandes ojos curiosos, mirándolo todo, para, una vez reconocido el entorno plegarse casi como una flor al atardecer.

Cuando la vi por primera vez, tras aquel cristal, enfrascada en lo suyo y rodeada de tantos como ella, en lo que tocaba, aún portando una prueba de anterior cobijo  -que vaya susto me dio-. Sin poder dejar de mirarla, dando gracias al Cielo por aquel milagro, por una segunda oportunidad que juré no desaprovechar, mientras la miraba y remiraba. Sus gestos, la forma de moverse, casi de agitarse en su sitio, ajena a todo cuanto le rodeaba, que a mi se me antojaba ruidoso por tantos gritando a la vez. Debo reconocer que incluso dejé caer alguna lágrima por la emoción de saberla mía.

Hasta que llegó el momento de poderla tomar entre mis brazos, tan frágil y tan firme. Hasta que pude darle el primer beso y llamarla por su nombre, "María". Hasta acercar su mejilla a mi mejilla y contarle, entre ella y yo, todo cuanto había pasado desde la noticia de su llegada, los sueños, los temores, las ilusiones y tantas dudas. Hasta reirle la mínima mueca, gesto o lo que veía como sonrisa, adivinando el mensaje en cada mirada. Hasta derretirme mientras me estremecía por el tacto de su mano en mi mejilla. Hasta soportar sus primeras rabietas, dando por sentado que ya demostraba su carácter, demostrando sus maneras para acabar, de nuevo, con una medio mueca sonrisa con la que disipaba mis miedos y sumergirme en la estampa de su rostro.

Nunca olvidaré su llegada a casa, sus primeros baños, sus noches mas agitadas y "el truco" de dormirla con la música de Pavarotti y su magistral "Caruso" -equipo de sonido ubicado estrategicamente bajo su cuna-. Sus primeras siestas sobre mi pecho y las miradas reproche de su madre "por tanto brazo"...pero que podía hacer! Nunca olvidaré al sinvergüenza pediatra de postín, renombre y mal aliento que bajo el pretexto de su experiencia y la normalidad de las cosas, casi  logra acabar con su paso por mi vida. Que como se suele decir, olvidarle le olvido, perdonarlo, jamás y, si no hubiere viajado para compartir sus miserias en el mismo infierno...

Pero todo aquello pasó, y a Dios Gracias son ahora muchos y muy buenos los recuerdos que quedan y, sin gran esfuerzo, aún puedo sentir el calor del sol aquel sábado, con ella sobre una manta y mi padre frente ella, aguantando por no llorar al verla rapada, tan blanca y, a pesar de todo, gateando y buscándolo para seguir jugando. Poco esfuerzo para oír sus primeras palabras, ver sus primeros pasos y repetir sus continúas risotadas entre mis cosquillas. Sus estornudos a destiempo justo cuando le acercaba la cuchara del puré y, tras regarnos de colores, su gesto entre la sorpresa y el cosquilleo del sol acariciando su espalda... Y tantos por tantos buenos momentos que ya olvidados los peores y ausentes muchos testigos, solos, a veces, sin que se de cuenta que la observo muchos de sus gestos aún hoy siguen trayéndome los mismos momentos de entonces, los mejores y los menos peores.

Que después de todo, tras solo sus veintidós primaveras, aún sigue y siempre será "mi niña" y mi gran sueño hecho carne, Mi Hija. Lo mejor que nunca jamás he tenido y jamás volveré a tener, mi Orgullo en estos días de tanta vergüenza...

Con ella los malos días no lo son tanto, iluminando, aún sin saberlo, cada una de las muchas sombras que a veces enfrían la convivencia. Con ella, casi todo es posible y solo me apena no haber podido darle lo que todo padre debe dar a sus hijos, lo que mis padres me dieron a mi, un regazo de resguardo, la seguridad de un hogar y toda la esperanza de un futuro con el sigo peleando para buscar nuestro sitio. Con ella, hasta las broncas -cortas- por saber a quien toca fregar, merecen ser peleadas. Con ella compartir es la alegría de sabernos juntos compartiendo un camino paralelo, sin mas metas que la natural e inexcusable y la seguridad de saberla fuerte, segura y capaz de seguir su camino cuando el mío se acabe.

Y hasta entonces disfrutaré como siempre cada uno de sus gestos, de sus muecas, de sus sonrisas, de sus disculpas veladas, de sus "te quiero" sinceros, de su miedos disfrazados, de sus mentiras piadosas, de sus logros y esperanzas. Disfrutaré hasta la mínima expresión de su soberbia, de sus mejores historias y experiencias, de cada una de sus dudas con paso firme. Disfrutaré cada mañana, con cada tarde soporífera, con cada noche y con cada uno de esos momentos de recogida antes de comenzar un nuevo día. Disfrutaré de cada silencio forzado, de cada llanto ahogado y, sabiéndola bien, hasta de la segura despedida.

Mientras Dios me de salud y espacio para compartirlo con Ella en esta Tierra tan pequeña, siempre ella estará conmigo y, yo seguro, esté donde esté, estaré con ella... Amor de Padres, imagino!

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