La administración local, esa estructura que debería ser el motor de nuestros servicios más cercanos, desde la limpieza de nuestras calles hasta la gestión de nuestros trámites, a menudo se ve empañada por una sombra persistente: el absentismo laboral. No hablamos de bajas justificadas por enfermedad o permisos legítimos, sino de esa ausencia reiterada y, en ocasiones, injustificada, que termina pagando el ciudadano de a pie.
En Cádiz, como en tantos otros lugares, la percepción de que "siempre falta alguien" en las oficinas municipales o que la cita para un trámite se demora inexplicablemente, no es solo una anécdota. Es un síntoma de un problema más profundo que merece una reflexión seria y una acción decidida.
Entendemos que el trabajo en la administración pública puede ser exigente y, a veces, poco reconocido. Sin embargo, la responsabilidad de quienes ocupan estos puestos es innegable. Cada día de ausencia injustificada no solo genera un retraso en la gestión y un aumento en la carga de trabajo para los compañeros presentes, sino que también mina la confianza del ciudadano en sus instituciones.
¿Cómo podemos exigir eficiencia y calidad en los servicios públicos si una parte de la plantilla no está cumpliendo con su deber? ¿Cómo se sienten aquellos funcionarios que sí acuden a su puesto cada día, viendo cómo otros no lo hacen sin consecuencias aparentes? Esta situación genera frustración, desmotivación y, en última instancia, una merma en la calidad del servicio que todos recibimos.
No se trata de generalizar ni de señalar a todo un colectivo. Hay muchísimos funcionarios comprometidos y vocacionales que hacen un trabajo excelente a pesar de las dificultades. Pero la existencia de un absentismo significativo es una realidad que no podemos ignorar.
Las razones detrás de este problema pueden ser diversas: desde la falta de mecanismos de control efectivos hasta una cultura laboral permisiva, pasando por la desmotivación o incluso la existencia de casos de fraude. Sea cual sea la causa, las consecuencias son claras: listas de espera más largas, trámites burocráticos eternos, servicios deficientes y, en definitiva, una sensación de abandono por parte de la administración.
Es fundamental abordar este tema con transparencia y valentía. Los ciudadanos tenemos derecho a saber cuál es la situación real y qué medidas se están tomando para garantizar que los recursos públicos se utilicen de manera eficiente y que los servicios que pagamos con nuestros impuestos se presten con la calidad que merecemos.
Quizás sea necesario revisar los sistemas de control y seguimiento del absentismo, implementar políticas de incentivos para la productividad y el compromiso, o incluso abrir un debate sobre la necesidad de una evaluación más rigurosa del desempeño de los empleados públicos.
No se trata de "demonizar" al funcionario, sino de exigir responsabilidad y compromiso con el servicio público. Al fin y al cabo, la administración local somos todos: los que trabajan en ella y los que dependemos de ella. Un absentismo elevado no es solo un problema interno, es un problema que nos afecta directamente a la calidad de vida y al funcionamiento de nuestra comunidad.
Es hora de que este "coste silencioso" del absentismo se haga visible y se aborden las medidas necesarias para garantizar una administración local eficaz, transparente y al servicio de todos los ciudadanos. ¿No crees?
¿Cuál es tu experiencia con la administración local? ¿Has notado problemas relacionados con el absentismo? ¡Comparte tu opinión en los comentarios!
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