Esto de los “blog”, además de una moda seguro pasajera, ha resultado de lo más útil para muchos que hemos visto en estos, además de lo gratis, una forma de volcar desde nuestros más tontos instintos hasta nuestros pensamientos o sentimientos, experiencias, frustraciones o simples mensajes sin destinatario e incluso como terapia de descarga.
Lo cierto es que, aunque regularmente no suelo “visitar mi blog”, esta misma mañana lo he hecho y, francamente, he sentido la misma sensación que te sacude cuando, después de mucho tiempo, visitas tu antiguo colegio o encuentras fotografías olvidadas en cualquier caja de zapatos y, a pesar de que mucho de lo allí colgado es parte de mi historia más reciente, ya se me antoja lejano, llegando a sonreír llevado por la vergüenza ajena o teniendo casi que recordar el sentido de algunos de los textos.
Tanta ha sido mi sorpresa que en un primer momento entre en las opciones para comenzar a borrar parte de los contenidos hasta que me dado cuenta que esos contenidos han sido y son parte de una historia. Pequeños retazos, mas o menos afortunados, de una obra incompleta y, espero por mucho tiempo, inacabada.
Así y a pesar de algún que otro sonrojo, he decidido dejarlo tal cual y, bueno, siempre podrá ser mi rincón para el recuerdo a pesar de todo.
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