Y parece mentira lo rápido que pasa el tiempo cuando lo estas pasando bien. Cuatro días que nos han catapultado directamente del miércoles al lunes y sin otra obligación que la necesidad de mirar la hora al notar los primeros retortijones por el hambre y comprobar que son las seis de la tarde y aún no has desayunado, almorzado o merendado. Esto en mi caso se soluciona con una merienda-cena que te deja como nuevo y, además, te permite volver a salir sin pensar donde tienes puedes ir a comer algo o la obligación de invitar a cenar a nadie, con lo que, en caso de “pescar algo”, solo te tocan un par de copas y... Bueno resulta más económico y directo conocerlas ya cenadas, quizás por aquello de “estomago lleno corazón contento”.
Lo cierto es que han sido cuatro días estupendos, dedicados al noble arte de la contemplación que incluso me ha permitido descubrir el estado desastroso de alguna estancia y, sin obligación pero con mucha de devoción, he cumplido con mis obligaciones hogareñas, dejando pasar el tiempo de las mañanas a la tarde y de estas a la noche, para retornar a las calles ya frescas y “salpicadas” de vida por doquier. Incluso, perdido en estos placeres antes “reseñados” y ahora que los rememoro, acabo de recordar que tenía previstas un par de actividades que al final han quedado aparcadas temiendo que, al incumplir con una de ellas –dicho sea de paso por causas de fuerza mayor ya que mi hija se llevó la cámara a su viaje al Puerto- voy a quedar mal con una amiga a la que prometí imágenes de esta isla. (Así regresa y la llevo a verlo en directo, ¿no?)
Pues lo dicho, los días han pasado y un montón de nuevas gentes, experiencias y momentos muy agradables se han sumado al recuerdo.
Mañana dará comienzo una nueva semana y quien sabe lo que nos depara...
1 comentario:
Con ganas como las que define en éste me encantaría disfrutar algunas jornadas a su lado. Quien sabe si estando tan cerca algo de su ánimo se contagia dándo más color a mi vida.
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