Será cierto después de todo que este juego absurdo al que llamamos vida tiene mucho de casualidades y somos nosotros los que elegimos uno u otro camino, inconscientemente, para liar aún más el hilo de nuestros argumentos sin tener idea de guión alguno para acabar liando la madeja. Quizás así logramos mayor placer por burlar las reglas de juego empeñándonos en echar las culpas al juez principal o al redactor de ese supuesto reglamento e incluso inventándonos culpables como el destino, cuando la única regla real es nuestro destino final del que no podremos escapar ni por casualidad.
Ahora, en esta mi partida, ha entrado una nueva jugadora que en realidad siempre ha estado presente desde su propio tablero, sin que ninguno de los dos conociera el tablero del otro mas que por referencias externas y si esperando se cruzasen nuestras partidas para quizás poder compartir jugadas futuras, seguro como amigos y, quien sabe, si compartiendo los recuerdos que aún tenemos que vivir y la vida que nos quede por jugar.
Tanta letra para agradecer la casualidad de seguir jugando y las sorpresas de este juego con tanto jugo sin más sabor que el que seamos capaces de dar a cada segundo sumando minutos, horas, días, semanas, meses y años para saborear toda una vida, sin mas regla que saber vivirla.
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