Resulta curioso comprobar cuantas veces caemos en los vicios ancestrales. Ya en su día, después algún cabreo con papá o mamá, juramos no cometer con nuestros hijos las mismas “injusticias”, someterlos a los mismos “castigos” y sobre todo –ilusos nosotros- hablar siempre con nuestros hijos superando con creces las habilidades educatorias de nuestros propios padres. -Jajajajajaja-. Al cabo de los años, ya padres, comprobamos en nuestros carnes lo complicado de todo cuanto se refiere a eso del trato con los hijos, su educación y el martirio del día a día, olvidando rápidamente aquellas premisas de antaño y, como mucho, siendo capaces de reconocer el trabajo nunca bien pagado de los padres e incluso, si tienes la suerte de tenerlos aún contigo, darles un fuerte abrazo plantándoles un besazo de los que hacen época musicando un sincero “te Quiero”.
En esas mismas lides me encontraba hasta hace unos meses, ya comprobado lo complicado del caso y la cosa –me he llegado a sorprender utilizando las mismas expresiones de mi madre o sentencias de mi padre, del tipo “lo que hagas para ti será”- concluyendo que el mejor diálogo es el monologo y la mejor precaución, llegar al final de la jornada con los brazos enteros –por aquello de darles la mano y te toman hasta el codo-. Eso si, disfrutando hasta el máximo el tiempo, siempre poco, que pasamos junto a ellos, junto a los hijos. Después de todo son carne de la carne de la madre –seguro- y parte nuestra, aunque sea la parte que corresponda a los mimos y el arte de malcriarlos a pesar de normas tales como esa de “Acción, Reacción” pretendiendo que ellos asuman estos, entiendan que no hay truco y además confíen en nosotros.
Todo esta jarana simplemente para compartir contigo que María, mi Hija, a superado los exámenes y el próximo año cursará el 2º Curso de Bachillerato... ¡¡Joder mi canija a unos pocos meses de entrar en la Universidad!!...Nos hacen viejos....jajajajajajajaja!!
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