Esta misma tarde una muy buena amiga y yo mantuvimos una de esas conversaciones a través del chat, que dicho sea de paso, gran invento este. Sobre todo porque te puedes permitir contactar en directo con gentes que, como en este caso, se encuentra a miles de kilómetros y resulta casi tan ameno como una conversación telefónica pero sin la preocupación por la factura por este servicio. Pues estábamos embebidos en nuestra conversación cuando de pronto, como en muchas otras ocasiones, se me cruzan los cables y de cualquier pregunta o expresión suya yo monto todo un mundo nuevo del que, a veces, hasta yo mismo me asusto.
En este caso todo surgió por un comentario suyo sobre “mi imaginación calenturienta”. Pues ya de ese simple cometario suyo, saltó el bicho de algún rincón de mi ser para dar rienda suelta a tal cantidad de “paridas mentales” que llegamos a casi a dejar de escribir nuestros mensajes por, al menos seguro por mi parte, poder reír a gusto sin preocuparme por lo que estaba escribiendo, casi entre lagrimones. Total que, tras alabar a Dios por su sabiduría y felicitarle por su diseño al impedir nos friésemos los mismos genitales con nuestro cerebro calenturiento, yo cambié los genitales del hombre de donde están a la frente y viceversa, para acabar poniendo ejemplos de los futbolistas ante un penalti, todos con las manos en la frente, hasta las distintas posiciones para hacer el amor y el no poder mirar a tu pareja a la cara en ese mismo momento, o los problemas de conducir con los calzones típicos de gomas holgadas cayendo sobre los ojos.
Al final mas de dos horas de risas “letreadas” y el placer de haber pasado un rato muy agradable dando rienda suelta a esa misma imaginación a la que tanto castigamos en favor de la realidad. Que gustazo esto de chatear con una persona como ella y, durante ese mismo tiempo, volver a las niñerías de los felices e imaginativos niños que fuimos.
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