Hace tiempo, más de la mitad del total de mis años, que despedí a un grupo de hombres, enterrando con ellos parte de mi y dedicándoles desde entonces una noche de memorias bañadas en alcohol, rabia y frustración, hasta la última de esta macabra celebración en su honor, en honor de su memoria o al menos eso creía. Ayer, coincidiendo con la fecha, día de la semana y casi horario exacto de aquel de hace ya tantos años y tras “consumir con ansia” las botellas de alcohol previstas y alguna mas de las necesarias, en medio de casi mi coma etílico me di cuenta que en realidad no celebraba nada en su memoria sino la que consideraba, hasta anoche mismo, la maldición del único supervivientes de aquella “pandilla” de locos mimetizados con falsos idealismos, valores y heroísmo.
Ayer les dije adiós para siempre recordando a cada uno de ellos con un brindis a las locuras de tantas jornadas en franca camaradería y otras tantas sin más recuerdo que la oscuridad más negra de la noche, el frío más intenso de la lluvia continua y los silencios mas rotundos escudriñando las sombras. Anoche me despedí de todos y cada uno de ellos con mi mejor recuerdo en muchos de aquellos momentos que pasamos juntos dedicándoles la última mirada a aquel pasado para, tras secar mis ojos, mirar bien claro al mañana ya sin lastres ni falsas ataduras ni devociones forzadas.
Se acabo lo que se daba y estas 25 ultimas noches de monólogos bañados en alcohol y lágrimas mas amargas que el mismo alcohol, han llegado al fin a su final. Ahora toca descansar la culpa, olvidar rencores y dejar descansar el alma mientras espero amanezca en esta playa. La resaca vendrá más tarde...
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