Esto de tener un compañero de piso como el camarada Pipo resulta francamente reconfortante, de no ser por estas ocasiones en las que la naturaleza llama a descarga y, una de dos, deja salir todos los gases acumulados, no dejando mas remedio que apartarse un buen rato de su lado (que me da a mi la propulsión esta es una energía poco “explotada” por el) o bien le da por ponerse a dar vueltas en torno a mis piernas mirando en cada giro hacia donde dejo su correa, señal inequívoca de emergencias mayores sólidas y líquidas.
Por lo demás, está parte del tiempo jugando o buscando con que jugar, ya sea entres sus cosas o entre todas las demás cosas que pululan en cualquier rincón a su alcance, y el resto lo dedica bien a intentar subir sus 20 kilos sobre mi o dormitando y retozando como lirón. Que en esto último sale beneficiado por su sordera, ya que no se inmuta ante ruido alguno, rompiendo su paz en todo caso, la vibración o movimiento de su lugar de descanso.
No sabes cuan contento y tranquilo me quedé sabiendo que la noche de fin de año, noche propensa a muchas explosiones de voladores y petardos por doquier, el no se asustaría ni agobiaría por tanto revuelos y estruendos. Aunque aviso a cacos y demás gentuza, aún no se como lo hace, pero cuando simplemente algún vecino pasa por delante de nuestra puerta el muy animal se tira contra esta como si se la fueran a llevar.
Cosas de la naturaleza que es muy sabia o casualidades, quién lo sabe...
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